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“Que nuestra alegría y gozo principalmente sea el compartir, tener la posibilidad de dar y de compartir con los demás”

El Vicario de la Diócesis de la Santísima Concepción, Pbro. Fabián Brito, en su homilía nos invita a reflexionar sobre nuestra propia generosidad, no solo en términos de bienes materiales, sino también en cuanto al tiempo y los talentos.

RELIGION 10 de noviembre de 2024Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
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El Pbro. Fabián Brito, en su homilía invitó a reflexionar sobre nuestra propia generosidad.

Homilía del Vicario de la Diócesis de la Santísima Concepción, Pbro. Fabián Brito, en la Iglesia Catedral en Concepción: 

Sabemos que, por lo general, la primera lectura que escuchamos los domingos nos prepara para escuchar el Evangelio, para interpretar el Evangelio. Hoy de manera especial se da esto. Vemos que en la primera lectura y en el Evangelio aparece una viuda como protagonista del relato. La primera lectura es el profeta Elías que va escapándose de la persecución de los reyes que le quieren dar muerte y va a llegar a Zarefta, a un país extranjero, y el Señor le va a enviar a Elías para que vea a esta mujer, a esta viuda. La viuda está en una situación especial porque todo el pueblo está padeciendo una sequía de hace tres años y ella está a punto de hacer un poco de pan para comer con su hijo y simplemente luego esperar la muerte. El Señor le envía al profeta, se encuentra con esta mujer y lo primero que le pide es que le dé agua, que le dé de beber y ella se lo da con amabilidad, con obediencia. 

Pero después le va a pedir que haga una tortilla para que él pueda comer y que después hará también una para ella y su hijo. Y ahí le hace una promesa, le dice que no se acabará la harina y se vaciará el frasco de aceite antes de que el Señor haga llover nuevamente en esa tierra. Ella cree en esa promesa y va a hacer la tortilla y le va a dar al profeta. Luego la palabra nos va a relatar que a partir de ahí comienza a llover y todo vuelve a la vida, reverdece, se cumple la promesa en la que esta mujer había creído. 

Compartir 2En el Evangelio aparece también una viuda, el Evangelio nos relata que el Señor está en el templo, recordemos que ya había llegado a Jerusalén, está en el templo cerca del lugar donde se depositan las ofrendas y ahí es donde él observa por un lado los ricos que vienen y dan dinero en abundancia y por otro lado esta pobre viuda de condición humilde, dice el texto, que da simplemente dos monedas de cobre, que eran las monedas de menor valor en el tiempo de Jesús. Pero el Señor llama a los discípulos y la pone de ejemplo, le dice que ella dio más que los demás porque los otros habían dado de lo que le sobraba, ella había dado desde su propia pobreza, indigencia, todo lo que tenía para vivir. Esto nos dice la palabra y nos quiere en primer lugar confrontar con nuestra capacidad de ser generosos y de compartir. Tengamos presente que las personas que prestan algo a alguien son buenas, prestan, pero siempre esperando que le devuelvan. Hay otros que, como estos ricos del templo, van a compartir lo que les sobra, su compartir no necesariamente afecta su situación económica o financiera, simplemente dan lo que les sobra sin que eso le afecte demasiado la vida. 

Los que son realmente generosos son aquellos que dan y comparten lo que tienen aun en medio de necesidades, no dan lo que les sobra, sino comparten lo que tienen. Es muy importante ahondar en esto porque, por lo general, nosotros damos lo que nos sobra, no hacemos parte realmente de nuestros bienes y de lo que poseemos a los demás. Damos lo que no usamos, damos lo que no nos sirve, eso lo vemos nosotros todos los años en la gran colecta de caritas, la gente da lo que no usa, pero en realidad no lo usa porque no se puede usar y por lo general tampoco le podemos dar a los pobres porque tampoco ellos pueden usarlo. Esto es lindo que lo pensemos para ahondar realmente nuestra capacidad de compartir, nuestra capacidad de generosidad. Es bueno también detenernos y darnos cuenta de que no se trata solo de compartir dinero o bienes materiales, también estamos invitados a compartir otras cosas, otros dones de Dios. Nosotros por ahí decimos, el tiempo vale oro y es verdad, es muy valioso para nosotros. 

Compartir 3Por eso es tan importante las personas que dedican tiempo, que nos dedican tiempo a nosotros, que nos dedican tiempo cuando queremos ser escuchados, cuando necesitamos un favor, lo importante que es que alguien nos dedique su tiempo a nosotros. Nosotros sabemos que las cosas importantes necesitan tiempo, para escuchar a alguien necesito de tiempo para poder escuchar. Dios necesita nuestro tiempo, porque por ahí he escuchado con muchas ocasiones, yo no voy a misa porque no tengo tiempo, no es que no tengamos tiempo, lo dedicamos a nuestro tiempo a otras cosas. Es tan valioso nuestro tiempo que tenemos que discernir a qué lo vamos a dedicar, Dios también necesita nuestro tiempo, hay hermanos que también necesitan de nuestro tiempo. Después hay otros dones que podemos tener, capacidades, habilidades, carismas, que también estamos invitados a ponerlo en común, que no nos sirvan solo a nosotros sino a compartirlos, hay algo que podemos darnos cuenta cuando ponemos en común los dones, es como que esos dones crecen en nosotros, vamos logrando mayor capacidad con esos dones que compartimos. Y es muy importante ahondar en esto, nuestra capacidad de compartir lo que compartimos frente a los demás y a lo que creemos que Dios nos pide. Pero además también esta palabra de este domingo nos invita a pensar cuáles son las motivaciones que tenemos para compartir. La palabra de la primera lectura, la viuda de la primera lectura, había creído una promesa, la promesa que le había hecho el profeta, estaba convencida que, si ella compartía, el Señor le iba a devolver de alguna manera e iba a cumplir su promesa, no se le iba a acabar la harina ni el aceite antes de que el Señor obrara para que todo volviera a tener providencia en aquel momento, en aquella situación. Era una situación límite en la que vivía esta mujer, pero creyó en el Señor. También podemos vivir en algunas ocasiones en la vida situaciones límites que nos llevan a que nos sea difícil compartir. Pero si creemos que Dios no se deja ganar en generosidad y que nada de lo que nosotros compartimos en nombre del Señor se pierde, podemos tener la motivación y la fuerza suficiente para compartir lo que tenemos. 

Compartir 1Pero si miramos la mujer, la viuda del Evangelio, su acto de generosidad es mucho más grande, tiene una calidad diferente, en un nivel superior. ¿Por qué? Porque esta mujer nunca recibió ninguna promesa, ni siquiera habló con Jesús, ni siquiera sabía que Jesús la observaba. Puede ser que haya escuchado alguna vez lo que Jesús predicaba, puede ser, no lo sabemos. Ella simplemente compartió lo que tenía, todo lo que tenía para vivir, dice ahí Jesús. Su recompensa era el mismo hecho de compartir. Es como cuando los padres les dan algo a los hijos, no es que esperan que le devuelvan, sino para ellos ya es, está pagado por el mismo hecho de compartir con los hijos, tener la posibilidad de compartir. Ojalá podamos todos llegar a ese nivel de generosidad, que nuestra alegría y nuestro gozo principalmente sea el compartir, que tener la posibilidad de dar y de compartir con los demás. Eso lo vamos a descubrir especialmente cuando donemos tiempo o talentos, el gozo de servir, de hacer el bien, de sabernos útiles a los demás, es para nosotros un gozo profundo. Yo los animo que, en esta liturgia de este domingo, en primer lugar, le agradezcamos a Dios por todas las personas que han compartido cosas con nosotros, sus bienes, sus tiempos, se han complicado sus agendas por darnos una mano, por ayudarnos, o su economía por ayudarnos. Le agradezcamos al Señor por toda esta gente que ha sido generosa con nosotros. Y le pidamos con humildad que cada uno, según lo que esté caminando en la fe, pueda ser un poquito más generosa a partir de ahora. 

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