Mons. Díaz: "La verdadera grandeza del cristiano se basa en la humildad y el servicio"

Homilía de Monseñor José Antonio Díaz, Obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, en la Iglesia Catedral. 

Queridos hermanos, el domingo pasado contemplábamos el diálogo que Jesús había tenido con Pedro, porque cuando Él les pregunta acerca de quién es Él para la gente, qué dice la gente quién es Él, luego les pregunta y ustedes quién dicen que soy. Y Pedro responde, tú eres el Mesías. A lo cual Jesús lo alaba y le dice, feliz de ti Pedro, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Pero después comienza a decirles todo esto que les venía diciendo mientras iba camino a Galilea, mientras atravesaba la Galilea en realidad, junto con sus discípulos, que el Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, que lo matarán, que tres días después de su muerte resucitará. 

Y Pedro, como hemos escuchado el domingo pasado, no entendió esto. Entonces lo llama aparte y lo reprende como diciendo eso no va a pasar, el proyecto es otro. Y en este domingo aparece este texto con el mismo proyecto que les presenta Jesús, acerca de entregar la vida por amor a su pueblo para redimir a la humanidad. Y dice el texto de Marcos, pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Para ellos era muy difícil de entender que aquel que es el Mesías, reconocido como el Mesías, proclamado como el Mesías, que obraba portentos, con palabras portentosas, de pronto vaya a caer en manos de sus enemigos, eso ellos no lo podían entender. 

Cada 23 de septiembre es el día de, Pío de Pietrelcina, también conocido como el Santo Padre Pío, en el mes de la Biblia 

De hecho, para la conciencia del pueblo de Israel, si fracasaba, si caía en manos de los enemigos, era signo de que Dios no estaba con él. Y por eso para ellos es muy difícil de entender. Pero tampoco se esfuerzan demasiado, ellos no hacen ninguna pregunta, no comprendían lo que les estaba diciendo y temían hacerle preguntas, dice el texto. Cuando llegan a Cafarnaúm, él les pregunta acerca de qué estaban diciendo, qué estaban comentando en el camino, y ellos callaban, se quedaron callados, no decían nada porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande, por lo cual uno deduce que no decían nada porque tenían vergüenza. Tenían vergüenza de reconocer algo que no tuvieron vergüenza de comentar, pero se dieron cuenta de que no estaba bien. Ellos saben perfectamente que esa no era la lógica de Jesús. Ya lo había comentado de otra manera, Jesús en otras oportunidades. Entonces, sentándose, Jesús llama a los doce y les dice que el que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos. Y para ejemplificar cómo debe ser la actitud, es la actitud de un hombre y para ejemplificar cómo debe ser la actitud, es la actitud, les presenta un niño y lo pone en medio de ellos y abrazándolo le dice el que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, me recibe a mí. 

Con lo cual aparecen como dos líneas muy marcadas en el Evangelio que luego lo vamos a ver a partir de la carta de Santiago en la segunda lectura. La primera es la voluntad de Dios de dar su vida por nosotros. Misterio de la encarnación, redención, pasión, muerte y resurrección. Este camino que Dios ha elegido que es un camino de dolor, que es un camino de sufrimiento, tiene que ver con el lenguaje del amor. El amor es sacrificado porque la persona se sacrifica por el otro. No está buscando servirse de los demás, sino servir a los demás. Y por eso pone al niño como paradigma de alguien que debe ser cuidado. Es el paradigma del cuidado, no de sacar tajada o buscar ganancia. No la de procurar ponerme por encima de los otros o dominar, sino servir, cuidar. Y la otra línea que aparece claramente es la que están buscando los apóstoles. ¿Quién es el más grande? ¿Quién es el primero? ¿A quién se le debe rendir honores? ¿A quién se debe reconocer como superior? Y en esta búsqueda no se hace otra cosa que buscar el poder. 

Mons. José Antonio Díaz, suministrando la Eucaristía en la Misa dominical en la Iglesia Catedral en Concepción   

Y Jesús les había enseñado a ellos en distintas oportunidades que el que quiere ser el primero que se haga el último y el servidor de todos. Como el hijo del hombre que no vino a ser servido, sino a servir. Esto nosotros lo podemos entender, pero tiene múltiples implicancias cuando uno lo piensa desde la perspectiva de la soberbia. La soberbia es un vicio capital del cual se ramifican muchos otros vicios como la vanagloria, el afán de ser el centro, el afán de ser considerado más importante que el resto, etc. Y es lo que aparece en la segunda lectura de la Carta de Santiago. ¿De dónde provienen las luchas y querellas que hay entre ustedes? ¿No es precisamente de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes ambicionan y si no consiguen lo que desean, matan, envidian y al no alcanzar lo que pretenden, combaten y se hacen la guerra. Una concepción muy clara que tiene que ver con el sentido común pero también tiene que ver con una constatación de que hay una fibra muy fuerte en la naturaleza humana que se llama la soberbia y que busca imponer sobre los otros la propia voluntad o ser considerado por encima de los demás. 

Por eso donde hay rivalidad y discordia, dice Santiago, hay también desorden y toda clase de maldad. Esto se ha instalado como una forma de convivencia y se ha instalado en el seno de la familia, en la sociedad, en la política, en la discusión. Las discusiones que tenemos normalmente nosotros son discusiones que tienen que ver quién tiene la razón y quién gana la pulseada. No es el diálogo para encontrar la verdad y para reconocer la verdad que el otro tiene, sino más bien el hecho de poder salir airoso, victorioso del combate y si puedo humillarlo al otro, mejor. Esto se ha notado mucho y se sigue notando en nuestra convivencia social. Por eso en este domingo estaría bueno pensar que lo que nos debe caracterizar a nosotros es esta sabiduría que viene de lo alto, que dice Santiago, porque es ante todo pura, además es pacífica, benévola y conciliadora, está llena de misericordia y dispuesta a hacer el bien, es imparcial y sincera. Esa es la sabiduría que debe predominar en nuestros criterios, en nuestra forma de vida y en nuestra forma de relacionarnos. Contrario al afán de rivalidad y discordia generando desorden y todo tipo de maldad, como dice Santiago. 

El momento de la "Comunión" algo muy esperado por los fieles en cada celebración Eucarística 

Todo eso se origina a partir de una búsqueda de uno mismo, no buscando hacer el bien, sino buscando predominar o imponer la propia voluntad a los demás. Le pidamos al Señor para que podamos nosotros durante esta semana practicar esta sabiduría y esta lógica de la generosidad y del servicio para mejorar nuestra convivencia, para mejorar nuestro diálogo, nuestro encuentro y ayudarnos a ser mejores.