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“Cuando la política de un pueblo se reduce a una cuestión económica, despojamos a la democracia de un valor fundamental; la amistad social, la justicia social y la ayuda mutua”

El obispo José Antonio Díaz, advirtió que priorizar el dinero puede deshumanizarnos y alejarnos de valores esenciales como la solidaridad y la amistad. La verdadera riqueza está en compartir y construir vínculos significativos.

RELIGION 03 de agosto de 2025Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias

Homilía de Monseñor José Antonio Díaz, Obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción (Tucumán) - "Avaricia"

Queridos hermanos, todos los seres humanos tenemos una aspiración fundamental y es ser felices. Y para muchos la felicidad pasa por una seguridad económica. Cuando uno dice, a ver, tengo resuelto todos los problemas y tengo dinero. Cuando uno empieza a pensar de esa manera, empieza a poner en el centro de la atención ese elemento con el cual uno puede comprar todo lo que es tangible, que es el dinero. Lo económico es importante sin duda, porque sin esta dimensión económica no podríamos nosotros alcanzar los bienes necesarios para vivir, para subsistir. Los bienes para vivir dignamente. 

Pero el planteo que se hace en la palabra de Dios tiene que ver con una especie de demasiada importancia que le damos a la dimensión económica o al dinero o a los bienes materiales. En el concepto de la carta de Pablo son las realidades terrenales, que contrapone con las realidades celestiales. Pero el libro de la Eclesiastés, que es un libro muy interesante de leer, es un libro sapiencial, cuando uno lo lee, pareciera ser que tiene una connotación más bien pesimista de la vida, porque pone el acento sobre todo en el sinsentido del esfuerzo humano, porque, como hemos escuchado en esta lectura, en la primera lectura, porque un hombre que ha trabajado con sabiduría, conciencia y eficacia tiene que dejar su parte a otro que no hizo ningún esfuerzo. Una razón como para decir qué sentido tiene. Uno podría decir que este razonamiento es propio de alguien que no cree en la vida eterna. Sin embargo, cuando uno se plantea en algún momento de la vida, si hemos estado demasiado abocados a la acumulación de seguridades humanas, a la seguridad humana como prioridad absoluta, como sucede con este hombre rico que había tenido una gran cosecha, entonces, ¿qué voy a hacer? Ahora que ya tengo la vida asegurada, le diré a mi alma, tienes bienes almacenados para muchos años, descansa, come, bebe, date buena vida. 

Es una opción de vida que tiene que ver con una extrema mundanidad en donde lo que cuenta es pasarla bien, estar tranquilo, con una vida asegurada y esto me cierra la oportunidad para compartir mis bienes. Es decir, la contraposición que aparece en el Evangelio y en estos textos que hemos escuchado está en lo que dice Jesús al final. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios. Y en esta contraposición uno puede sacar muchas conclusiones. Esto de la autorreferencialidad que nos repetía tantas veces el Papa Francisco o este enfrascarnos en nosotros mismos porque la avaricia, como decía alguien, es como la moneda, es dura y fría. Y cuando uno ama demasiado el dinero y demasiado las seguridades humanas, las riquezas, se va tornando de un corazón duro y frío. Y esta es una de las consecuencias que uno tiene que analizar a la hora de ponerse prioridades. Si la prioridad es acumular dinero para tener seguridades, nos puede pasar como a este hombre a quien Dios le dice, insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será todo lo que has amontonado? Algo que puede llegar a suceder porque nadie sabe el día ni la hora. 

Llegará el momento menos pensado y se nos pedirá cuentas. ¿Y sobre qué se nos pedirá cuentas? El juicio final que describe el Evangelio de Mateo, en el capítulo 25, tiene que ver con el servicio, el haber dado de comer al hambriento, haber dado de beber al sediento, haber vestido al desnudo, haber visitado al preso, al enfermo, es decir, actos de caridad, que es comunicar bienes antes que reclamarlos para sí. Hay más alegría en dar que en recibir, dice el mismo apóstol. Y uno tiene más gozo en lo profundo del alma cuando comparte los bienes que cuando los mezquina. La mezquindad es propia del ser humano, pero es más propio también muchas veces de los niños, en una etapa en donde se aferran a los juguetitos que tenían y no los quieren compartir con nadie. Esto es mío, mío, mío. Y a veces no superamos ese nivel de mezquindad propio de la niñez, porque son como ciertas garantías que yo tengo y a las que me aferro y me cuesta desapegarme. Y la avaricia, por otro lado, puede llegar a convertirse en idolatría, porque deposito en el dinero la confianza y la esperanza que solo en Dios debería esperar. Por esa razón, cuando el dinero reemplaza a Dios, porque se pone a un nivel de absoluto, el que resuelve el problema económico tiene resuelto todos los problemas. 

AvariciaEl dinero no respeta demasiado la conciencia, no respeta los valores, lo que cuenta es la ganancia, no importa cómo ni cuánto, importa la ganancia

Cualquier parecido con la realidad argentina es pura casualidad, diría alguien. Pero fíjense ustedes que nosotros estamos escuchando a diario que pareciera ser que el valor absoluto que soluciona todos los problemas es el dinero. Y repiten hasta el hartazgo esto que dijo alguna vez un presidente de Estados Unidos acerca de que el dinero es el tema, que la solución a todos los problemas es el dinero. Poner el dinero en el centro de nuestra vida y como lo más importante tiene serios riesgos, porque eso implica que nosotros ponemos la materialidad de la vida por encima de la dimensión espiritual y de la dimensión moral. El dinero no respeta demasiado la conciencia, no respeta los valores, lo que cuenta es la ganancia, no importa cómo ni cuánto, importa la ganancia. Cuando nos vamos acostumbrando de a poquito en este sentido, la política se convierte en una especie de ámbito en donde lo que cuenta es la ganancia económica. 

Me refiero a la política porque es un ámbito de convivencia, de diálogo en donde todos deberíamos participar. Cuando se reduce la dimensión política de un pueblo a una cuestión meramente económica, entonces despojamos a la democracia de un valor fundamental que tiene que ver con la amistad social, la justicia social, la ayuda mutua, la solidaridad. Porque si ustedes habrán notado, de a poquito va emergiendo lo que siempre ha emergido en distintos momentos de la historia, esto de que hay que dejar librado al capital privado que de a poquito el mismo capital se va a encargar de acomodar las cosas y no suele pasar. Mejor dicho, por lo menos yo no he visto que haya pasado. Esto de la teoría del derrame, de que de pronto se resuelven los problemas por exceso de ganancias de algunos que le llegan como migajas a los otros, es todo un tema que deberíamos hablarlo bien, sin fanatismos, pero sí es importante considerar que el dinero por sí mismo, por sí solo, no resuelve los problemas humanos más importantes y de mayor trascendencia. Por eso el apóstol San Pablo nos invita a buscar los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en los de la tierra. Y nos invita a hacer morir en nuestros miembros todo lo que es terrenal, la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia que es como una forma de idolatría.

De a poquito necesitamos nosotros profundizar porque hay urgencias que matan lo importante. Cuando la urgencia es la cuestión económica y por salvar la cuestión económica hipotecamos los valores humanos fundamentales, como ya lo dijimos, la amistad social, la fraternidad, la solidaridad, entonces de a poquito nosotros vamos perdiendo esos valores que son los que sustentan la vida democrática. Todos sabemos que una persona, una familia, por más que no tenga todo lo que desearía tener, sabe que los valores fundamentales son el encuentro, el diálogo, la ayuda mutua, el interés del uno por el otro, el solidarizarnos, el individualismo en cambio va de a poquito enfrascando a las personas y aislándolas. Y esa acumulación de individuos uno al lado del otro, pero sin ningún tipo de vínculo, hace que de a poquito también vayamos deshumanizándonos. Y la deshumanización comenzó en el momento en que me importó lo mío y no lo del otro. Por eso en este domingo estaría muy bueno preguntarnos qué sentido tiene el esfuerzo que yo estoy haciendo, ¿es sólo para acumular? ¿Y si pruebo con hacer el esfuerzo por construir la armonía, la paz, el diálogo, la solidaridad, el encuentro dentro de mi familia y dentro de la sociedad? ¿Y si me animo a creer que hay valores que son mucho más sólidos que una moneda? Porque de a poco, sin darnos cuenta, vamos vaciando de contenido nuestra convivencia democrática. Y eso le vamos a pedir al señor en este domingo para que no perdamos el rumbo, no perdamos el rumbo, ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? Y lo que hace a la vida de una persona es ser integrada, ser amada, ser estimulada, ser acogida, ayudada, contenida. Y eso se da en ámbitos propios de amor, propios de una familia, de comunidades pequeñas en donde cada uno crece en armonía y en paz. Eso es lo que nos hace felices, incluso por más que no tengamos el dinero suficiente. Que el señor nos ayude para que podamos construir una patria de hermanos una patria solidaria en donde los valores fundamentales nos hagan crecer como pueblo.

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