
Domingo de Gaudete: la alegría que también se viste de rosa
En el tercer domingo de Adviento, la Iglesia hace una pausa en el camino de espera para invitar a la alegría. El Domingo de Gaudete recuerda que la esperanza ya está cerca y que incluso los signos visibles, como el color de los ornamentos, hablan del mensaje cristiano.
















La clara señal dada al oscuro mundo es, de hecho, «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Para encontrar al Salvador no hay que mirar hacia arriba, sino contemplar hacia abajo: la omnipotencia de Dios resplandece en la impotencia de un recién nacido; la elocuencia del Verbo eterno resuena en el primer llanto de un infante; la santidad del Espíritu brilla en ese cuerpecito limpio y envuelto en pañales.
Admiremos, queridos amigos, la sabiduría de la Navidad. En el niño Jesús, Dios da al mundo una nueva vida ―la suya―, para todos. No es una idea que resuelva todos los problemas, sino una historia de amor que nos involucra.
Con estas palabras daba comienzo el Año Santo. Ahora que el Jubileo llega a su fin, la Navidad es para nosotros tiempo de gratitud y de misión. Gratitud por el don recibido, misión para dar testimonio de este don al mundo. Como aclama el salmista: «Canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos» (Sal 96,2-3).








