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“Muchas veces hace más daño el silencio de los buenos, que la maldad de los malos"

Tenemos que aprender a decir las cosas y no esperar a que las diga el Obispo o el cura, afirmo Melitón Chávez en la homilía del “Trigo y la Cizaña”

RELIGION 19 de julio de 2020Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
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Mons. José Melitón Chávez - Obispo Diócesis de la Santísima Concepción

El Obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, José Melitón Chávez, centró su homilía de este domingo en la Iglesia Catedral en Concepción, en el análisis de la parábola del “Trigo y la Cizaña”

Partes de la homilía dominical:  

En el mundo suceden muchas cosas buenas, pero también, existe el mal. La percepción del mundo de ese mal, no siempre está ajustada a la mirada de Dios, pero es dios quien nos da la profundidad de esa mirada, nos ayuda a mirar más lejos.

Cuando se habla del mal se habla de cosas extrañas, del esoterismo medio de películas, cuando decimos que se le hizo el mal a una persona. Tenemos que saber que como existe la virtud, existe el vicio.

Así como existen las obras buenas, existen las obras malas, así como hay buenas intenciones también hay malas intenciones. Esto es en todos los aspectos y niveles de la vida.

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La mirada de Dios no es una mirada indiferente, no es complaciente de esta situación, tampoco absolutamente condenatoria. Dios tiene poder y conoce todas las cosas, las ha creado, tiene el dominio de toda la creación y justamente porque es el Señor, sabe darle el tiempo a la historia de los hombres.

Dios no es alguien que reacciona con ira, destruyendo la humanidad, si hubiera sido así ya no estaríamos acá. La historia de salvación siempre fue eso, de la salvación, no ha sido historia de la condenación, ni de la perdición de la humanidad.

Dios demuestra su poder en la indulgencia, en el perdón. Dios sabe que hay en el corazón del hombre y sabe que es lo que él ha hecho y confía en su creatura, el hombre.

Hasta los discípulos de Jesús tuvieron la tentación de decir, señor quieres que matemos a aquellos que te rechazan, cuando no lo dejaban entrar en un pueblo, preguntaban si quería que dejaran caer el fuego sobre ellos, pro Jesús les decía “tranquilos”, tiempo al tiempo.

Esta parábola (de la cizaña) tenemos que dejar que nos desconcierte, porque es una parábola que desacomoda nuestra mentalidad, nuestra forma de juzgar nuestros acontecimientos, nos dice de una manera bella el evangelio, que Dios es el sembrador porque tiene esperanzas, por eso siembra, espera que haya buen fruto y Dios nunca deja de sembrar, jamás.

Dios siembra buena semilla en su campo, pero de noche sin ser visto, siembran mala semilla (yuyo malo, cizaña) que hace daño al resto de las plantas, ahoga a las plantas.

La pregunta es ¿quieren que lo arranquemos? (a la cizaña), este es el razonamiento lógico del mundo, el pensamiento del mundo es “arranquemos” no sirve para nada, es más termina dañando. Ese es el razonamiento del mundo y Jesús nos dirá, ustedes no son del mundo, están en el mundo pero su mentalidad es distinta.

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Por eso Jesús les dijo, ¡No!, no los arranques. Esto hasta nos puede doler a nosotros cuando vemos que pasan tantas cosas y queremos reaccionar con todo el peso de la ley, como decimos comúnmente. Muchas veces justicia con las propias manos, o simplemente deseándole el mal.

Por favor dejémonos evangelizar por Jesús, porque él me dice no lo arranques. Podríamos decir que esto es por dos razones, una porque no es el tiempo, hay que darle tiempo al tiempo como decimos, y la segunda razón es porque no me toca a mí hacer esa separación tajante y definitiva, si bien tengo criterio, luz, para distinguir el bien del mal, sin embargo no soy yo el que tiene el juicio definitivo.

No hay nadie en este mundo que pueda condenar definitivamente a la perdición a una persona, nadie ni el Papa, ni la iglesia, nadie. Solo Dios.

Un sacerdote solía decir que muchas veces la presencia de la cizaña en el campo, termina ayudando al buen trigo a que sea un trigo sufrido, y que puedan madurar y terminar siendo trigo para hacer el buen pan. Como decimos nosotros “Buenos como el pan”.

Ese pan bueno es Jesús, Jesús es quien venció a la muerte. Si dio tiempo al tiempo y al final ese trigo sufrido que es Jesús pudo vencer a la muerte y pudo convertirse en buen pan, que es él que nos ayuda a ser buenos.

Dios tiene una palabra clara sobre el mal, esto está mal y lo que está mal está mal y en cualquier lugar, en el cielo, en la tierra y en todas partes. El mal es el mal, que se enquista en el hombre y se convierte en corrupción.

“Muchas veces hace más daño el silencio de los buenos que la maldad de los malos”, cuando los  buenos solo quieren ser buenitos y nada más, escondiéndonos para no denunciar el mal, tenemos que aprender a decir las cosas y no esperar a que las diga el Obispo o el cura.

domingo
Tenemos que aprender a pronunciarnos a favor de las cosas buenas, y también a condenar las actitudes malas.

La mala siembra, esa semilla mala no solo está en aquellos malos que uno puede conocer, sino que también está en mí. Dios ha sembrado el bien, pero tengo que reconocer que soy débil, frágil, que necesito la ayuda del Espíritu Santo porque en mí también está el mal. A veces le damos permisos al mal y decimos ¡bueno pero! Y, lo dejamos pasar, esto es difícil.

Por ahí creemos que los grises también van, ¡No señor!, el trigo es trigo y la cizaña, cizaña. El único mal que puede ser vencido es el que está reconocido, por ahí no se lo distingue al mal, no lo asumo, por lo tanto no lo puedo redimir, esto es ley en el lenguaje de la Fe.

Tenemos que preguntarnos todos, ustedes y yo, ¿Soy trigo limpio? Amén.

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