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“En el tiempo penitencial la mejor ofrenda que le podemos dar al Señor es un corazón nuevo, que se noten los cambios”

El obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, José Antonio Díaz, aseguró que la transfiguración de Jesús nos invita a transformar nuestras vidas y ser ciudadanos del cielo, viviendo en esperanza durante este tiempo de Cuaresma.

RELIGION 16 de marzo de 2025Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
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La transfiguración de Jesús nos invita a transformar nuestras vidas y ser ciudadanos del cielo.

HOMILÍA DE MONS. JOSÉ ANTONIO DÍAZ: 

En la primera lectura, Dios se encuentra con Abraham para decirle una promesa, para darle una promesa. Y bajo esa promesa, luego se constituye, se conforma el pueblo de Israel, que luego de pasar de una situación de esclavitud en Egipto, se encamina hacia la tierra prometida. Esa es la promesa. Y esto sintetiza un poco lo que nosotros somos. Bajo la promesa de Dios, estamos llamados a vivir en una libertad cada vez más plena. Y esa libertad tiene que ver con un proceso de transformación que aparece en el Evangelio que hemos escuchado cuando Jesús se transfigura delante de los apóstoles, que es el anticipo de la resurrección. 

Nuestra vocación con esta imagen es a transformarnos y a ser ciudadanos del cielo, lo que hemos escuchado en la segunda lectura, la carta del apóstol Pablo a los cristianos de Filipos. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador nuestro Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo mortal haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio. Y les recuerda de un modo especial esto de que somos ciudadanos del cielo. Y nos advierte, como ya lo había advertido en otras oportunidades a esta comunidad, y ahora les repito llorando, dice el apóstol, hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición. Su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza. Y no aprecian sino las realidades de la tierra, las cosas de la tierra. Con lo cual contrapone dos actitudes, dos identidades que son marcadamente distintas y están enfrentadas entre sí. 

Quienes viven como enemigos de la cruz de Cristo solo mirando el suelo y apeteciendo las realidades terrenas, y aquellos que se consideran peregrinos y que miran el cielo porque se consideran ciudadanos del cielo. Por eso somos peregrinos. Y en este año jubilar, el Papa nos recuerda con el lema de este año, somos peregrinos de la esperanza. Y estamos llamados a dar esperanza también a aquellos que la han perdido. Aquellos que tienen una mirada pesimista, oscura, en relación a la historia de la humanidad. A pesar de que hay indicios y amenazas de destrucción, sin embargo, nosotros sabemos que todo esto va a pasar. Y que lo único importante será nuestro encuentro definitivo con Dios en el cielo. Por esto que el Señor los haya llevado a los apóstoles al monte Tabor, en donde se transfigura delante de ellos, es para nosotros un anticipo y una invitación a levantar la mirada y a experimentar su presencia de triunfo en la resurrección. Por eso el programa de la cuaresma se sintetiza en estos dos primeros domingos de la debilidad y fragilidad de nuestra carne y de nuestra condición humana que apareció el domingo pasado bajo el aspecto de la tentación. 

TransfiPeregrinos de la ciudad de Aguilares y María Reina acompañaron a las imágenes de San José en medio de su novena 

Jesús se deja atentar por el demonio en el desierto, marcándonos de alguna manera nuestra condición de seres frágiles, inclinados a la desobediencia. Entre esa realidad y esta otra realidad que aparece este domingo, que es la transfiguración de Jesús, nosotros ponemos el punto de partida y el punto de llegada. El punto de partida es que necesitamos intensificar la oración, el ayuno, la limosna, la caridad, cambiar, convertirnos, recordar que somos de polvo y que en polvo nos convertiremos, pero recordar también que necesitamos convertirnos y en el tiempo penitencial la mejor ofrenda que le podemos dar al Señor es un corazón nuevo. Por eso aprovechemos el tiempo de la cuaresma y hagamos la experiencia de sentirnos cerca del resucitado. Pedro, que estaba allí y a pesar del sueño que tenían, experimenta un fuerte deseo de quedarse ahí y de quedarse experimentando ese momento de luz, de transfiguración. Es como un anticipo del cielo. Quizás habremos tenido en algún momento alguna experiencia parecida cuando estábamos en oración. Tal vez el Señor nos regaló de alguna manera algún anticipo del cielo y quisiéramos quedarnos ahí todo el tiempo. Esa paz que nos da su presencia hace que digamos lo mismo que Pedro, que bien estamos aquí. Hagamos tres carpas, una para Moisés, otra para Elías, otra para vos, justo lo que menos necesitaban. 

Pero sin embargo ellos querían estar y permanecer en ese contexto de cercanía, de luz y de paz interior. Mientras hablaba, escucharon la voz que decía, este es mi hijo el elegido, escúchenlo. Que es la misma expresión que escucharon cuando Jesús estaba siendo bautizado. Y de hecho el bautismo, el nuevo bautismo será el triduo pascual, la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por eso vivamos esta cuaresma con un sentido de peregrinación. Una de las características de este año jubilar es justamente la peregrinación. La experiencia que hoy están haciendo nuestros hermanos de Aguilares, de María Reina, que es peregrinar hasta este lugar que es uno de los lugares designados para ganar indulgencias. Y está bueno recordar que la peregrinación tiene que estar acompañada por la confesión, por el sacramento de la reconciliación, por la comunión, por un acto de oración por el Papa Francisco, especialmente en este momento de fragilidad, como él lo dice. Él experimenta justamente que está siendo probado, como lo acaba de decir en el último mensaje que nos ha mandado. Y él se siente frágil, y desde esa fragilidad experimenta la oración de su pueblo. Como Pedro experimentó la oración del pueblo cuando estaba preso. 

Transfi 2La transfiguración de Jesús nos invita a transformar nuestras vidas y ser ciudadanos del cielo, dijo entre algunas de las reflexiones el obispo José Antonio Díaz  

La comunidad rezaba. También ahora él experimentando esa fragilidad, el pueblo, la iglesia, ora y pide por él, por su salud y también por todos los enfermos. Que esta conciencia de ser peregrinos nos haga caminar hacia el resucitado, hacia un proceso de transformación, pero que se noten los cambios. Que en nuestra vida no pasemos la cuaresma nada más que como un cúmulo de actos de piedad o actos de caridad que son aislados y que muchas veces se quedan ahí. Pero no transformamos lo que tenemos que transformar, que son esas tendencias que nos dominan y que no nos permiten vivir en el amor con los hermanos. Que la Santísima Virgen nos acompañe en este camino.

 

 

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