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“Hay gente que se empecina en mirar siempre para atrás, mirando lo negativo y no lo positivo, el pecado más que la gracia”

El obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, José Antonio Díaz, destacó la importancia de no juzgar ni condenar a los demás, sino ofrecer dignidad y perdón, como Jesús lo hace, buscando una vida renovada.

RELIGION 06 de abril de 2025Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
Niña 2
Mons. Díaz: "La esperanza de una vida nueva es justamente lo que nos ha comunicado Jesús"

Homilía de Mons. José Antonio Díaz, en la Iglesia Catedral de la Diócesis de la Santísima Concepción 

El domingo anterior hemos reflexionado toda la Iglesia en este camino cuaresmal y jubilar sobre la misericordia de Dios con una parábola muy bonita, la parábola del Padre Misericordioso, más conocida como la parábola del Hijo Pródigo, en donde aparecen dos hermanos, un padre y dos hermanos, y uno de ellos que pide la herencia y la malgasta, y luego ya en la ruina, anhelando con poder comer lo que le daban a los cerdos para alimentarse, se da cuenta que en la casa de su padre los sirvientes tienen mucho mejor vida que él, por eso decide volver, y habiendo hecho como un ensayo de lo que le iba a decir, volveré a la casa de mi padre y le diré, padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como uno de tus jornaleros. 

Aparece la escena, una de las más conmovedoras del Evangelio, donde sale el padre que lo ve a distancia, lo abraza y sin permitirle que diga nada, le devuelve la dignidad de hijo que había perdido. No le reprocha nada, no le reprocha su error, sino le restituye su dignidad. Nosotros, al contrario, muchas veces queremos denigrar al que comete el error. Referido a algún ámbito de la sociedad, nos decimos que somos como picadora de carne, siempre estamos tratando de moler y destruir y nos ensañamos de tal manera que queremos la muerte del pecador, en cambio Dios no quiere la muerte del pecador, sino que cambie de conducta y vida, porque de eso se trata. Yo he venido a salvar a los que están necesitados de salvación, no a los que son justos. Y por esa razón nos invita a nosotros que adoptemos la misma actitud, no adelantemos el juicio porque el juicio solamente lo tiene Dios. No juzguen y no serán juzgados, perdonen y serán perdonados, porque con la misma vara que midan a los demás serán ustedes medidos, nos enseñaba Jesús en el Evangelio y eso es una regla de oro para nosotros. Evitar de emitir juicios es difícil, Dios nos ha dado la capacidad para juzgar y emitir juicios de valor, ahora es distinto emitir un juicio de valor sobre las cosas que emitir un juicio condenatorio sobre las personas. 

NiñaLos niños participaron en la lectura de la Santa Misa, este domingo en la Eucaristía de las 11 de la mañana 

Nosotros tendemos más bien a buscar culpables. ¿Y qué hace Jesús al respecto? Esta gente que se acerca a Jesús con esta mujer que ya está sentenciada a muerte porque la ley así lo establecía, Jesús no se detiene en el análisis a ver si en relación a la ley, sino en relación a la persona, porque lo que cuenta es eso, en relación a la persona, ¿qué hacemos? Independientemente si la persona cumplió o no cumplió con la ley, ¿qué hacemos con la persona? Los eliminamos, los guardamos o les restituimos la dignidad que han perdido a causa de ellos quizás, por errores y quien no comete errores. Por eso Jesús les pone un espejo y les dice a ver ustedes cómo están. ¿Hay alguien que se atreva a tirar la primera piedra? El que esté sin pecado que tire la primera piedra. Dice el texto muy atinadamente que empezando por los más ancianos comenzaron a irse uno a uno y no quedó nadie, quedó sólo esta mujer frente a Jesús. Y Jesús le pregunta ¿qué pasó? ¿Nadie te ha condenado? Y ella le dice no, nadie me ha condenado. 

Y Jesús le dice ya en ese trato personal con ella, yo tampoco te condeno, pero no queda allí el asunto, viene una vida nueva, viene una oportunidad nueva a la cual ella está invitada a iniciar. Vete y de ahora en más no vuelvas a pecar, no peques más en adelante. Con lo cual se abre un horizonte renovado, cada vez que nosotros salimos de confesar nuestros pecados en el sacramento de la reconciliación, lo que buscamos es una vida nueva, no es solamente hacer catarsis por nuestros pecados, no es solamente para quitarnos el peso, sino para abrir un tiempo renovado en nuestra vida. Y allí nace la esperanza. La esperanza de una vida nueva es justamente lo que nos ha comunicado Jesús. Para eso Él dio su vida por nosotros, para darnos una nueva oportunidad. Solamente Él podía rescatarnos del pecado y de la muerte. ¿Para qué? Simplemente por mostrar su poder y su misericordia que Él podía hacerlo. Él quiere que nosotros seamos plenamente felices. Y una de las trabas para alcanzar esa plenitud en la felicidad es justamente nuestra incapacidad para resolver la cuestión de la relación con Dios. Y esta cuestión tiene que ver con si Dios me ama o no me ama, si me perdona o no me perdona. Y lo que Jesús está diciendo es que Él no ha venido a condenar. Sino a salvar, a liberar. Y que ese es el auténtico sacrificio que pide de nosotros. Es decir, a cada uno de nosotros en este camino cuaresmal se nos invita a mirar con misericordia a los hermanos. Sabiendo por dos razones. Primero porque yo no soy quién para juzgar. 

Niña 1El obispo José Antonio Díaz, destacó la importancia de no juzgar ni condenar a los demás.

Si hago un pequeño examen de conciencia me doy cuenta de que no tengo autoridad para emitir juicios condenatorios a nadie. A nadie. Que yo pueda hacer un juicio de valor y decir esto está bien y esto está mal es correcto. Y Jesús no está legitimando el adulterio. Lo que está haciendo es rescatar a una persona que es la otra cara de la moneda. Porque nosotros tendemos normalmente a eliminar a los que consideramos culpables, pecadores, que han cometido errores. Y como decíamos, tendemos como a ensañarnos con los pecadores. Y nosotros tendemos como a ensañarnos con eso y nos quedamos solamente en eso. Jesús nos pone en esta tarea de la introspección para darnos cuenta de que en el fondo yo también quizás soy tan o más pecador que esa persona a la cual yo estoy condenando en este momento. Pero sobre todo con una conciencia clara de que Dios perdona. Y si Dios perdona, ¿quién soy yo para condenar? Y también hasta por el hecho mismo de decir, a ver, tengo que tener cuidado, no vaya a ser que yo sea medido con la misma medida que mido a los demás. Estoy por hacer algo nuevo, dice Dios en el libro del profeta Isaías, no se acuerden de las cosas pasadas, no piensen en las cosas antiguas. Yo estoy por hacer algo nuevo, ya está germinando, no se dan cuenta. En la carta de San Pablo a los cristianos de Filipos, dice, yo no pretendo haberlo alcanzado, digo solamente esto, olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús. Y esto está en el corazón mismo de la virtud de la esperanza, mirar hacia adelante. 

Hay gente que se empecina en mirar siempre para atrás, se empecina en no olvidar eso que ha sido fuente quizás de algunos males, se obstina en estar permanentemente mirando lo negativo y no lo positivo, en estar mirando el pecado más que la gracia. En estar mirando al culpable y no al inocente, no a la persona que yo quiero rescatar. Esto es muy importante porque esto atraviesa quizás hasta el mismo sistema educativo que nosotros implementamos en nuestros hogares y en nuestras instituciones. Siempre estamos cayendo con más énfasis sobre el error y nunca somos capaces de rescatar lo bueno que hizo la otra persona. Por eso fuimos educados más por el temor al castigo que por el aliento a alcanzar la gracia o la meta de una vida nueva. Sería interesante en este tiempo de la cuaresma, en esta cuaresma jubilar podríamos decir, descubrir que Dios nos ama mucho y que quiere que vivamos en plenitud. Que para eso Él nos libera del juicio condenatorio de la sociedad, de la ley y nos abre un camino de vida plena y un camino que nos permite alcanzar eso que todos anhelamos y que queremos alcanzarlo mediante la virtud de la esperanza en este año jubilar. Somos peregrinos de la esperanza. Que el Señor nos ayude, la Virgen nos proteja para poder alcanzar esta meta.

 

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