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Tenemos que aprender en Argentina, el mayor debilitamiento de un pueblo no es su contexto económico, es su contexto moral.

Este Cuarto Domingo de Cuaresma es un domingo muy particular porque hace referencia a esta dimensión luminosa de la presencia de Dios en medio de nosotros, afirmo el Obispo José Antonio Diaz.

RELIGION 10 de marzo de 2024 Vientos Tucumanos Noticias Vientos Tucumanos Noticias
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El Obispo José Antonio Diaz, en la Catedral de la Diócesis de la Santísima Concepción.

Homilía del Obispo José Antonio Diaz, en la Catedral de la Diócesis de la Santísima Concepción:

El Cuarto Domingo de Cuaresma predomina lo que hemos escuchado en el Evangelio respecto de vivir en las tinieblas o vivir en la luz. Y hace notar el evangelista Juan que aquellos que viven en las tinieblas no se acercan a la luz. En cambio los que viven en Dios se acercan a la luz porque no tienen miedo de ser vistos. 

Que es el ocultamiento propio del primer pecado dicho, descrito por el libro del Génesis cuando Adán y Eva se escondían. Se escondían porque tenían la sensación de estar en falta y ese esconderse significa esconder la propia realidad. No quiero que me vean, no quiero verlo porque prefiero pasar desapercibido o estar escondido que era lo que hacían a Adán y Eva. En cambio el que vive en la verdad, el que vive según Dios no tiene nada que esconder y se acerca a la luz. 

Pues en este Cuarto Domingo de Cuaresma que es un domingo muy particular porque hace referencia a esta dimensión luminosa de la presencia de Dios en medio de nosotros. Es una exhortación a vivir en ese contexto de luminosidad pero no sin antes hacer notar como la Iglesia quiere hacer notar bajo esta imagen o esta escena del pueblo de Israel que a raíz de sus pecados y de sus equivocaciones y de su obstinación en ese pecado cae en la destrucción. Los caldeos arrasan con el templo y con todo lo que tenían, incendian sus palacios, etc. Y los llevan a Babilonia y en esa deportación ellos pierden no sólo el centro de su fe que era el templo sino también pierden su libertad. Y luego de unos años viene el Imperio Persa que les permite volver a construir el templo, a reconstruir el templo. 

Y en toda esa escena de pecado, obstinación, expulsión de los profetas, en donde se ve como representado un común denominador con todos los imperios. Todos los imperios cayeron a raíz de la depravación, a raíz de la corrupción y el mayor debilitamiento, y eso es algo que nosotros lo tenemos que aprender en Argentina, el mayor debilitamiento de un pueblo no es su contexto económico, es su contexto moral. Lo que nos fortalece como pueblo es esa dimensión de comunión con la verdad, con el bien, y esa verdad que nos hace libres y que nos permite vivir en la luz. Bueno, el pueblo de Israel experimentó lo que significó perder esta libertad y añorar la tierra de la que fueron sacados, de esa tierra que había sido prometida pero que ellos rechazaron por sus pecados e infidelidades. 

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La cuaresma es un camino de vuelta a la casa del padre. Es un haber recorrido el camino equivocado y volver a darme cuenta de que necesito encontrarme con Dios.

Por eso hemos escuchado en el Salmo responsorial este canto de añoranza. Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos a llorar acordándonos de Sion. En los sauces de las orillas teníamos colgadas nuestras cítaras. No podían cantar, no podían alegrarse porque vivían en un contexto de deportación. Que es algo que aparece en la parábola del padre misericordioso, conocido más como la parábola del hijo pródigo, cuando el hijo menor malgasta sus bienes y se acuerda, luego de haber terminado de gastar todo, se acuerda de que en la casa de su padre había pan en abundancia. Y llevado de esa añoranza de la casa de su padre, toma la decisión de volver. No podemos volver ni convertirnos si no añoramos a Dios. Y la cuaresma es un camino de vuelta a la casa del padre. 

Es un haber recorrido el camino equivocado y volver a darme cuenta de que necesito encontrarme con Dios. Y Dios es mi luz. De allí que la exhortación que se nos hace en este domingo es a recordar que Dios es rico en misericordia, como dice Pablo a los efesios, por el gran amor con que nos amó. Y en el mismo evangelio de Juan, Dios amó tanto al mundo que entregó a su hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Pero para volver tengo que creer. No podemos volver a Dios si no tenemos fe. Y la fe en nuestro país y en muchas partes del mundo se ha debilitado, y mucho. Se ha hecho últimamente una encuesta relacionada con las creencias y Argentina tiene un 62% de católicos aproximadamente. Ha crecido mucho. No especialmente el ateísmo, sino la indiferencia religiosa, el agnosticismo. El ateísmo era más propio de la era moderna. La era postmoderna tiene una connotación de indiferencia religiosa que ha ganado especialmente a los países del sur de Latinoamérica, Argentina, Chile, Uruguay. Es una especie de enfriamiento en la fe. 

Y de a poquito vamos poniendo la confianza más en cuestiones esotéricas, en magias, en hechicerías y en otro tipo de ritos que no tienen nada que ver con la fe cristiana. Por eso es importante volver la mirada sobre nuestra vida y preguntarnos en qué medida yo creo en Jesucristo. La escena a la que hace referencia Jesús cuando está hablando con Nicodemo en este texto del capítulo 3 del Evangelio de Juan es el texto en el que estaban el pueblo de Israel por haber hablado mal de Dios, recibieron serpientes que los picaban y ellos arrepentidos vuelven y le piden a Dios ser liberados de eso y él les dice pongan una serpiente en lo alto y el que la mire quedará curado. Entonces eso hace referencia a Jesús. El Hijo del Hombre tiene que ser levantado para que todo aquel que lo vea crea y sea salvado. 

Pero esa mirada no puede ser de cualquier modo. Tiene que ser una mirada con fe. Es una mirada propia del creyente. No es la mirada de aquel que busca mágicamente resolver un problema, sino que es la mirada de un creyente. Cuando hagamos el Viacrucis, cuando contemplemos a Jesucristo, lo hagamos con fe, no simplemente como un rito más o no porque así tiene que ser, sino porque verdaderamente creo. Y eso me va a acercar a esta añoranza de volver a Dios, a este deseo de volver a Dios. No vamos a poder cambiar si no extrañamos esa presencia de Dios en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestra sociedad. No nos empecinemos en el error. Pidámosle al Señor que nos ayude en este camino de conversión, en lo que queda de esta cuaresma, para que deseando volver a Él podamos hacerlo con un corazón sin sed. Amén.

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