“Que la gracia de Jesús nos anime, nos aliente y que la luz de esta Pascua nos haga ver que una nueva vida es posible, que un nuevo país es posible”

Homilía de Monseñor José Antonio Díaz, en la Misa de Pascua de Resurrección:  

Amados hermanos, en esta noche, la más luminosa de todas las noches, hemos celebrado el Lucernario en primer lugar para hacer notar el Fuego Nuevo, bendecido, desde donde brota la luz. Y hemos ingresado por el Cirio Pascual, que es el signo de Jesucristo resucitado. Y luego siete lecturas que nos hicieron como síntesis del Antiguo Testamento, comenzando por la Creación.

Y en el momento que fuimos mirando el proceso de la historia de la salvación, siempre estuvo como en el horizonte, la resurrección del Señor. Porque si Jesucristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Todo eso que se hizo como promesa quedaría en la nada. La obra de la creación no alcanzaría plenitud en la nueva creación de la resurrección del Señor. Y todas las promesas que recibió el pueblo de Israel por los profetas no alcanzarían su cumplimiento si no fuera por la resurrección del Señor.

La Santa Misa de Resurrección inicio con la ceremonia del fuego en el atrio de la Iglesia Catedral

Por eso, luego de haber hecho cuarenta días de penitencia, de mortificación, de oración, la caridad, cada uno lo ha vivido como le ha parecido, pero fueron días penitenciales, ahora pasamos a una etapa en donde aparece la gracia como el motor de una transformación y de una vida nueva. La luz es el signo de la gracia, luego vamos a bendecir el agua en la que van a ser bautizados los chicos, llamados al bautismo, o no tan chicos, pero es el agua que nos purifica y nos lava, que ha brotado del costado de Cristo y que ha dado origen a los sacramentos de la Iglesia. Y la gracia se comunica a través de los sacramentos que nosotros vivimos en la Iglesia. Por eso, más importante que la oscuridad del pecado, que puede entristecernos y que puede frenarnos en nuestro crecimiento y en nuestro desarrollo cristiano, es mucho más importante la gracia que nos renueva.

A nosotros, a los cristianos, católicos especialmente, nos acusan de que ponemos demasiada atención más en el pecado que en la gracia, y muchas veces tienen razón, porque nos entristecemos tanto por el pecado que nos olvidamos de la misericordia de Dios y descreemos que podamos llegar a tener una vida nueva porque tenemos la mirada fija en el pasado y no en la promesa de una vida nueva. Sólo con la gracia de Dios se puede caminar renovados, profundamente renovados, en una vida nueva. Sólo con la gracia de Dios. Si no, caeríamos en una especie de pelagianismo, creyendo que es nuestra voluntad la que va a alcanzar el crecimiento y el desarrollo, y muchas veces nosotros nos entristecemos no por haber ofendido a Dios, sino porque no pudimos cumplir con nuestra palabra.

El Cirio Pascual que ilumina en estas pascuas, fue bendecido por el Obispo José Antonio Días 

Es decir, nos entristecemos más por un acto de soberbia que alegrarnos por un acto de humildad de recibir la gracia de Dios como un don. Por esa razón, esta nueva etapa, estos cincuenta días del tiempo pascual, los invito a que recojamos todos los motivos para estar felices y contentos. Empezando por el don de la creación, como empezamos las lecturas, alegrarnos por la vida que Dios nos ha dado, porque también de eso nos olvidamos. Nos hemos olvidado de que Dios nos ama tanto, que nos ha regalado la vida y que nos ha regalado todo lo que hace posible la vida. Y por eso también, cuando las cosas no nos van tan bien en la vida concreta, cotidiana, cuando no se cumplen nuestros proyectos, terminamos teniendo la sensación de frustración, de desesperanza.

La Iglesia Catedral de la Diocesis lució con arreglos florales de múltiples colores, la Santa Misa termino a solo 10 minutos de las 12 de la noche. 

Por estos cincuenta días pascuales, hagamos el ejercicio ya no de mirar la oscuridad de nuestro pecado, sino la luz de la gracia. Y alegrarnos todos los días porque Dios nos ama, porque Él nos ha rescatado, porque nos ha dado una vida nueva, porque ha cumplido con su promesa y su palabra, porque nos ha dado la oportunidad de empezar de nuevo, día a día. Cuando nos olvidamos de esto es cuando le ponemos trabas a las ruedas de nuestro crecimiento y desarrollo personal. Que la gracia de Jesús nos anime, nos aliente y que la luz de esta Pascua nos haga ver que una nueva vida es posible, que un nuevo país es posible, que nuestra patria necesita de hombres y mujeres nuevos, iluminados, luminosos, llenos de la gracia de Dios, y que esa es nuestra mayor contribución a la vida de la sociedad, en sociedad.

Y nuestra actitud tiene que cambiar, y si nuestra actitud en el seno de nuestras familias estaba dominada más bien por el apesadumbramiento del pecado, de la oscuridad, ahora tiene que caracterizarse por la alegría, por el entusiasmo. Llevar una vida entusiasmada es la mejor manera de vivir, y entusiasmarnos por las cosas de Dios y porque Dios me da la gracia de una vida nueva es la mejor manera de vivir. Que esta noche, así como hemos pasado de la oscuridad a la luz, podamos nosotros pasar de una oscuridad a una vida nueva iluminada por la gracia de Dios.