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Mons. Díaz: “Este jubileo es un grito de esperanza frente a una humanidad cansada y amenazada por la autodestrucción”

El obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, Mons. José Antonio Díaz, dio inicio al año “Jubilar” y abrió la “Puerta Santa” en la iglesia Catedral de la Diócesis en Concepción.

RELIGION 27 de diciembre de 2024Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
Jubileo Catedral 4
Mons. Díaz: La fe y la esperanza son virtudes teologales que nos guían en el camino hacia Dios.

Homilía completa de Mons. José Antonio Díaz, en la Celebración del inicio del año “Jubilar” desde la iglesia Catedral, para toda la diócesis a su cargo.   

Queridos hermanos, muchas gracias por compartir esta apertura del Año Santo en nuestra diócesis, en comunión con el Santo Padre que ya hizo la apertura a nivel universal el pasado 24 de diciembre. Y para nosotros es un gozo poder iniciar este tiempo, es un tiempo de conversión, un tiempo de gracia. Iniciamos un camino de esperanza, conscientes de lo que somos, peregrinos de la esperanza, que saben mirar lejos y están dispuestos a transitar el largo camino que nos queda por delante. Este jubileo es un grito de esperanza frente a una humanidad cansada y amenazada por la autodestrucción. Es un grito de esperanza frente a los múltiples atropellos contra la dignidad humana. Es un redoblar la apuesta por un mundo mejor donde reine la paz, el diálogo, la justicia, el esfuerzo común en pos del bien de todos. 

Este jubileo no nos puede dejar indiferentes. Dios nos invita a salir, a trabajar por el reino de los cielos con sentido misionero. Como iglesia necesitamos convertirnos, es el permanente desafío. Como sociedad necesitamos volver a encontrarnos y sentir que somos un pueblo, no una masa de individuos yuxtapuestos, sino una comunidad. Pero esta temática, que es una de las experiencias más profundas del ser humano, que nos ha planteado el Santo Padre, tanto nuestra condición de peregrinos como nuestro caminar en la esperanza, requiere también de cierta meditación y reflexión acerca de su contenido en relación con nuestra vida, nuestra vida personal y nuestra vida comunitaria, que tiene que ver la esperanza con la condición humana. El hombre es un ser abierto al futuro. Su realización plena sólo se experimenta en lo definitivo. Mientras vamos de camino, vivimos en lo transitorio, anhelando la plenitud sin límites. Mientras vamos de camino, experimentamos una fuerte tensión entre lo transitorio finito que condiciona fuertemente nuestra libertad y una apertura al infinito que es una aspiración constante y explica por qué nada finito puede saciarnos. Esto está en la estructura fundamental de la condición humana. Por más que queramos saciar nuestra sed de infinito con un consumo desenfrenado de bienes temporales, siempre nos queda la experiencia del sabor a poco junto a la decepción y la tristeza propia del fracaso que significa haber puesto tanta expectativa en tan poca cosa. 

Jubileo Catedral 1Participaron de la Celebración representantes de las parroquias de la Diócesis de la Santísima Concepción 

Eso implica que el sentido de la vida humana está atravesado por este anhelo de infinitud y plenitud que nada material o pasajero puede dar. Por eso, la disyuntiva es o abrirse a la trascendencia, a lo infinito y pleno, o encerrarse en la inmanencia, la finitud de la materia y a una vida intrascendente. Por eso, o nos encaminamos hacia lo definitivo o nos afincamos en lo transitorio con la frustrante experiencia de una decepción constante. Dios nos ha creado para ser libres, una libertad sin límites. Por eso sale a nuestro encuentro. La Navidad que hemos celebrado es la fiesta del encuentro de Dios con el hombre que viene a mostrarnos el camino hacia esa libertad plena. A partir del misterio de la encarnación y redención de Jesús, ese anhelo se hace posible. Se nos abre las puertas de la salvación. Por eso el símbolo de la apertura de la puerta santa que hizo el Santo Padre implica que Dios nos abre una nueva oportunidad para encaminarnos como peregrinos de la esperanza. Por eso el Dios de la promesa cumple con creces lo que nos ha prometido. No nos deja en la oscuridad de las incertidumbres y las dudas. Nos da la claridad de la fe, firmeza en la esperanza y ardor en la caridad. Son virtudes teologales, no brotan de la condición de la naturaleza humana, son un don de Dios. Somos peregrinos y en el corazón del peregrino está el anhelo y el deseo de llegar a la meta. Por eso es tan importante para la esperanza tener la claridad de la fe. Sin ella no sabríamos a dónde vamos. 

Jubileo Catedral 3El obispo José Antonio Díaz, esparció agua bendita entre los fieles presentes  

Y el que no sabe cuál es la meta, no sabe para dónde rumbear. No entiende lo que encuentra. En cambio, el que sabe a dónde va, encuentra sentido a todo lo que vive. No se pierde, no se desorienta. Para ello la virtud de la esperanza necesita de la fe. Pero la fe necesita de la esperanza. El que espera no desespera, se hace fuerte en el caminar. En el corazón de la esperanza está el intenso deseo del bien que espera. Y eso es lo que nos hace caminar. La esperanza nos moviliza, no nos deja quietos, dominados por la pereza. El estancamiento es fruto de la inacción y la dejadez de quienes han perdido el rumbo y ya no esperan nada. Es propio de aquellos que hacen de su vida una rutina vacía. Es propio de aquellos que han abandonado la lucha y se han sentado a esperar la muerte. El pecado de la desesperación habita en quienes ya no tienen motivos para vivir. El tiempo que vivimos necesita virtud, la virtud de la esperanza. Necesita virtud, la virtud teologal de la esperanza, como el motor que nos hace caminar. Sin resignarnos al avance del mal, como si nada pudiéramos hacer. Al contrario, haciéndonos fuertes en la lucha diaria, con paciencia y constancia. No solos, con los otros, alentándonos, ayudándonos. El que camina solo se debilita rápidamente. Caminar como comunidad y como pueblo nos fortalece. 

Jubileo Catedral 2Momento muy importante de la Celebración Eucarística, la comunión de manos de los sacerdotes y el propio obispo 

Por otro lado, no podemos caminar sin la ayuda de Dios y sin la compañía de los hermanos. Presumir que podemos solos, sin el auxilio de la gracia, es el otro pecado contra la esperanza. Al contrario, solo con la virtud de la humildad podremos reconocer nuestra pobreza y fragilidad para afrontar los desafíos que se nos presentan a diario. La historia nos ha enseñado que la pretensión de querer sacar a Dios de la historia y reemplazarlo por la soberbia humana, trajo consigo la guerra, el genocidio, la muerte, las violaciones contra los derechos humanos y los múltiples atropellos contra la dignidad de las personas. Al iniciar este año jubilar, redoblemos nuestra esperanza en Dios nuestro Señor, en su fuerza salvífica, en su presencia amorosa, en la protección de su Madre María Santísima, en la intercesión de los santos, en la fuerza de su espíritu y en el trabajo de millones de hombres y mujeres que están empeñados en buscar la verdad, hacer el bien y no bajar los brazos frente a la adversidad. Será un tiempo de gracia y el desafío de buscar a Dios internamente. Nos hiciste Señor para ti, decía San Agustín, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti. Esta inquietud de buscar a Dios en el hermano, en los acontecimientos, en la historia, forma parte de este anhelo de lo definitivo, de lo trascendente, de lo que le da sentido a nuestra vida. 

Al iniciar este año jubilar, le pidamos al Señor tener el coraje de una profunda conversión para que nuestra Iglesia sea más transparente, más cálida, más cercana a una humanidad que necesita de Dios y necesita experimentar de una manera tangible su presencia entre nosotros. Esto es lo que hemos vivido en la Navidad y ojalá que esta experiencia se traslade a lo largo de este bendito año. Que así sea.

Jubileo Catedral

La "Puerta Santa" fue abierta por el obispo José Antonio Díaz y los integrantes del clero 

 

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