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Votar a los 13: corolario institucional de la negación de la infancia y las cabezas rotas de los jóvenes

Con la excusa de la “libertad”, los adultos declinan su responsabilidad vital y ceden a la tentación demagógica. Quizás fue solo un globo de ensayo pero su sola formulación muestra hasta qué punto se han resquebrajado los diques morales.

SOCIEDAD 06 de julio de 2024 Vientos Tucumanos Noticias Vientos Tucumanos Noticias
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Con la excusa de la “libertad”, los adultos declinan su responsabilidad vital y ceden a la tentación demagógica

Venimos de años, décadas, de des-educación, de cultura tumbera y de drogate #ConSumoCuidado. Pero a esas cabezas rotas se les quiere pedir el voto. Tentarlos con falsas excentricidades “revolucionarias”.

No son originales. Ya en 2012, el kirchnerismo, con la coartada de la “ampliación de derechos”, bajó la mayoría de edad para votar de 18 a 16. A la hora de usar electoralmente a los argentinos van cayendo los reparos morales. Y se extingue el sentido común.

En la campaña de 2021, el oficialismo de entonces incitaba a los jóvenes -a través del discurso de un candidato- a “ir por el goce, el tiempo libre, el disfrute, la buena vida”, y aseguraba que a éstos sólo les interesaba el feminismo y el ambientalismo. El remate era la crítica “al que no entienda que es tan importante conseguir laburo como sentirse feliz…”

¿El trabajo ya no dignifica? Veinte años de populismo no sirvieron para recrear esa sociedad en la que “la vida se organizaba en torno al trabajo” (como acaba de decir la propia Cristina Kirchner en referencia al gobierno de Isabel Perón).

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¿Cómo sentirse feliz sin trabajo? ¿Con droga “recreativa”? ¿Se acuerdan de la campaña #ConSumoCuidado?: “Anticipate a disfrutar como te gusta, sin poner en riesgo tu salud”. Perversa forma de “prevención” diseñada nada menos que por el área de Salud Mental provincial en 2022. Llenar con droga el vacío existencial de una juventud rota por años de marginalidad, de pobreza, de falta de horizontes, de desamparo frente a la delincuencia.

Ese drama sólo les sugiere a los políticos estrategias de aprovechamiento. Que voten a los 13 años… Cabezas rotas a las que quieren engañar con espejismos de participación que no son sino desistimientos de la responsabilidad adulta.

En respuesta a la pregunta “¿van a poder votar a los 13 años?”, la argumentación fue: “Pueden hacer actos jurídicos, pueden hacer actos comerciales, pueden decidir su plan de vida, pueden tener familia, pueden casarse, pueden ser penados penalmente, ¿por qué no pueden votar?”

La negación misma de la infancia.

Cuesta tomar en serio este tipo de comentarios y sin embargo venimos en una pendiente tal en materia de valores que todo parece posible.

Detrás del berretín de rebajar la mayoría de edad para la toma de decisiones trascendentales hay un plan macabro: degradar la autoridad parental y dinamitar la familia, como forma de abonar el terreno para la manipulación.

Gobernar ya no es poblar ni dar trabajo. Tampoco educar. Ni proteger a la infancia.

El Código Civil, sancionado en 2014, se hizo eco del interés electoral del kirchnerismo de autorizar el voto a partir de los 16 extendiendo esa mayoría de edad a otros planos, contrariando la realidad sociocultural presente, en la que diversos factores postergan la emancipación de los hijos.

Argumentar que un niño de 13 años puede decidir su plan de vida es alinearse con el último gobierno, que les proponía esterilizarse a los 16. En una “Guía de Anticoncepción” del 2022 del Ministerio de Salud, se recordaba que las “niñas/es/os (sic) hasta los 13 años pueden brindar su consentimiento (¡sic!) con asistencia de sus progenitores” o del adulto a cuyo cuidado se encuentren, para la colocación de un DIU o un implante. Antes de los 13 años… Eso sí, con consentimiento.

Y la remataban: “A partir de los 16 años, tienen capacidad plena para la toma de decisiones sobre el cuidado del propio cuerpo como una persona adulta”. A partir de ahí ya pueden ponerse en riesgo tranquilamente, por ejemplo con cirugías mutilantes de transición de género.

Carla Vizzotti hizo campaña en redes promoviendo la esterilización adolescente: ligadura de trompas y vasectomía. “El Código Civil reconoce que desde los 16 años podés tomar de manera autónoma todas las decisiones sobre el cuidado de tu cuerpo”, justificaban. Curioso concepto de lo que es cuidar el cuerpo: promover intervenciones que cancelan la función reproductiva del ser humano.

En esta propagandización activa de la esterilización a partir de los 16 años subyace la misma pretensión que con el voto de niños de 13 años, aunque esto último es uso descarado mientras que lo anterior roza lo criminal: ¿cómo puede un niño optar por opciones de gobierno y propuestas políticas, problemáticas ajenas a su mundo todavía infantil? ¿Cómo se pretende que un adolescente tome decisiones drásticas e irreversibles como la esterilización o la transición de género en una etapa de la vida que se caracteriza por la duda existencial, los temores, las inseguridades, pero también por la audacia y la inconsciencia?

Para estas iniciativas siniestras o manipuladoras se viene preparando el terreno con un insidioso discurso sobre la necesidad de “romper con el adultocentrismo”, lo que en el fondo es subvertir el vínculo padres-hijos y prácticamente negar la niñez. Por ejemplo, en el documento “Propuestas para abordar los NAP (Núcleos de Aprendizaje Prioritarios)”, de la anterior gestión educativa, se les explicaba a los docentes que, “durante mucho tiempo, los niños, las niñas y los jóvenes fueron pensados desde una mirada tutelar; es decir, como personas que aún no habían completado el desarrollo de las capacidades intelectuales y emocionales necesarias para discernir correctamente y que, por lo tanto, requerían de la presencia tutelar de un adulto/a para que los/as guiara, los/as protegiera del entorno e incluso de sí mismos”.

Están leyendo bien. ¿Desde cuándo el niño no es un ser humano que no ha completado su desarrollo físico, intelectual y emocional? ¿Desde cuándo no necesita de un adulto que lo guíe y proteja del entorno y de sí mismo?

Los niños ya no son niños. Detrás de esto no viene solamente el voto; también viene el derecho a la autodeterminación identitaria de los menores; léase transición social de género, un derecho presentado como absoluto al que los padres no tienen más remedio que plegarse.

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¿Será eso “decidir su plan de vida”?

Decir que pueden casarse a partir de los 13 años… ¿cómo calificar eso? A los 16 y hasta los 18 necesitan autorización paterna para contraer enlace. Y si tienen menos de 16 años, interviene la justicia, precisamente por lo anómalo de la situación. Que puedan ser padres no implica que sea bueno que lo sean.

En cuanto a los actos jurídicos y comerciales, es obvio que requieren autorización paterna o emancipación.

Pero el cuestionamiento a la autoridad de los padres es fruto de la reforma del Código Civil de 2014 con la sustitución de la “patria potestad” por la “responsabilidad parental”. Parece sutil pero implica pasar del derecho de los padres a educar a los hijos según sus valores a que deban rendir cuentas ante un Estado que fija con leyes delirantes el “derecho” de los niños a dejar de ser tales.

La Educación Sexual Integral (ESI), por ejemplo, es presentada como inserta en “un marco jurídico novedoso” por leyes como la 26061 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, que garantizan “derechos que superen la mirada tutelar y adultocéntrica”.

Traducción: los padres ¡afuera! El niño tiene derechos y su “deseo” es ley. Sigamos la corriente al niño, niña o adolescente que quiera cambiar de sexo…

Una concepción del niño que implica la defección de la política, que ya ha renunciado a alimentar, educar y cuidar la salud de las jóvenes generaciones. Basta ver los números de pobreza infantil, que hoy trepan al escandaloso 70 por ciento.

Y en complemento con esa defección proponen, como dice por ejemplo un documento de la Defensoría de Niñas, Niños y Adolescentes de la Provincia de Santa Fe (2020), “una visión de les niñes como sujetos sociales de derechos, es decir, con opinión, participación, voz propia y deseos” por la cual se debe promover “una nueva relación con las personas adultas”.

Que los niños voten a los adultos… ¿sería esa la nueva relación?

Que los padres tengan cada vez menos injerencia en la crianza de sus hijos y dejen la vía libre al Estado para adoctrinarlos, pudrirles la cabeza con contenidos ESI inapropiados para su edad y finalmente pedirles el voto.

Tenemos que un país que no garantiza el derecho de los niños a una alimentación correcta para el pleno desarrollo de sus capacidades mentales y físicas, que no asegura su alfabetización luego de años de escuela, ni los protege de los estragos de la droga o de la violencia delictiva, pero los quiere llamar a las urnas.

¿El correlato institucional del vaciamiento existencial en que los dejó el kirchnerismo sería que los jóvenes se identifiquen con la excentricidad como originalidad revolucionaria?

A cabezas rotas, candidatos fantoche…

FUENTE: INFOBAE 

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