"Jesús pone su cuerpo, pone su sangre, tenemos que poner el cuerpo nosotros también. Menos palabras y más entrega"

Fragmentos de la homilía del Obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, Melitón Chávez, en la Misa de Corpus Christi en la iglesia Catedral. 

En este día la iglesia celebra la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, la fiesta llamada “Corpus Christi”, que tiene un valor entrañable en la vida de la iglesia porque siempre en la misa de Corpus Christi, concluye con una procesión que se hace normalmente en la plaza del pueblo o de la ciudad, para poder manifestar así públicamente a Jesús que está en el fondo de nuestro corazón, que está en el  corazón de la iglesia presente en el mundo, donde él realmente quiere estar, donde él quiere reinar.

El señor no está en un espacio reducido por las puertas de un templo o de una capilla, no está hecho para un uso privado de uno o de unos cuantos, sino que Jesús es el pan de vida para el mundo.

Este Señor que muestra humanamente el rostro de Dios, a través de su palabra y de sus gestos de compasión y de ternura, se conmueve ante el dolor de la humanidad, este Señor que entrega su vida en la Cruz para el perdón de nuestros pecados, ha resucitado. El mismo anticipó que su palabra no iba a ser solamente en la mente o en algún relato, sino que realmente iba a estar presente, una presencia real de Cristo que ya es real en el corazón del creyente.

Él es el mismo que está en el Santísimo Sacramento, ese Jesús que está en la palabra y que habla realmente a su pueblo hoy, es el mismo que Señor. Ese Jesús que está en el rostro del pobre, de aquel que hoy es excluido, es el mismo Señor.

Cristo se ha hecho comida pata nosotros, que los interlocutores de Jesús no podían entender como este hombre puede darnos a comer su carne, no entendían. La carne de Cristo no era solamente esta carne material, la carne de Cristo era su humanidad, por eso decimos Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús.

En la comunión, la eucaristía, es sabrosa porque sabe a Cristo, sabe a presencia de Dios, tiene gusto a caridad a entrega, a brindarse por los demás.

Jesús pone su cuerpo, pone su sangre, tenemos que poner el cuerpo nosotros también. Menos palabras y más entrega. Jesús no solo fue palabras, fue poner el cuerpo y lo puso hasta la Cruz. Es el mismo amor que pone una mamá para cuidar a sus hijos hasta el fin, pone el cuerpo, deja de comer para que su hijo coma.

La vivencia de la eucaristía no se reduce solamente a lo litúrgico, a los actos de piedad, por más bonito que sean los canticos, la vivencia de la eucaristía se verifica cuando vivimos eucarísticamente, ¿Qué quiere decir esto? Poner el cuerpo, brindarnos, vivir eucarísticamente refundando el amor en la familia, el respeto, el perdón, sabiendo dar una mano a los otros.

“Tu generosidad como la de Cristo acrecienta la esperanza, pone en movimiento sentimientos y actitudes nuevas limpias que purifican el ambiente de la sociedad, cuantas personas que ni siquiera en tiempos llamados normales, quizás no van a misa o no participan de un Corpus Christi, están viviendo eucarísticamente porque se han brindado desinteresadamente, porque siembran la paz, porque hacen el bien y porque buscan la reconciliación”

A veces concentramos todo en lo litúrgico y nos olvidamos de la carne, el verbo se hizo carne, se hizo realidad, se hizo cuerpo, esto es lo que nosotros adoramos.

Pedimos entonces que esta carne entregada por Cristo, su cuerpo y su sangre entregado por nosotros nos haga más humanos, al modo de Cristo. Humanicemos nuestra convivencia en nuestras casas, en la calle donde últimamente está demasiado sembrado de sangre, sangre de nuestros hermanos por los cuales Cristo ha dado la vida.