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Mons. José Díaz: “A nuestros gobernantes, es necesario recordar siempre que no están para servirse del pueblo, sino para servir al pueblo”

Vale la pena plantearnos en qué medida nos estamos cuidando entre nosotros y en qué medida estamos bajo la ley del sálvese quien puede y aprovechemos la oportunidad para garantizarnos una buena vida por el resto de nuestros días antes que seguir penando con trabajos menores.

RELIGION 22 de abril de 2024Vientos Tucumanos NoticiasVientos Tucumanos Noticias
Buen Pastor
El Obispo José Antonio Díaz, compartió el documento de la 124° Asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina.

El Domingo del Buen Pastor nos recuerda la importancia de cuidar y acompañar al rebaño. En tiempos difíciles, es crucial amar a los demás y alegrar sus vidas, mostrando gestos de amor y generosidad. La alegría cristiana nace del encuentro con el Señor y nos sostiene en medio de la desesperanza. Es necesario mantener la esperanza y la solidaridad en momentos de dificultad, construyendo juntos un futuro mejor.

Buen Pastor  1

A  continuación la homilía del Obispo de la Diocesis de la Santísima Concepción, José Antonio Díaz.  

En cuanto al pastor, es bueno en primer lugar hacer notar que el pastoreo en el seno de la Iglesia, si bien está particularmente en manos de los pastores ordenados que han recibido el Sacramento del Orden, estamos hablando del Papa, de los Obispos, de los Presbíteros, también es cierto que hay un ejercicio de pastoreo también en los padres de familia, en los educadores, en los gobernantes, porque a todos aquellos a quienes se nos dio la tarea de cuidar el rebaño, necesitamos estar atentos para ver si en lugar de congregarlos, acompañarlos, cuidarlos, no estamos a veces dispersándolos o descuidándolos, etcétera.

Por eso el Domingo del Buen Pastor, en primer lugar, hace referencia al pastoreo que Jesús hace, que no sólo cumple con estas condiciones de cuidar al rebaño y de conducirlo, sino que además da la vida por el rebaño. En cambio, dice el texto, el asalariado, cuando ve venir el peligro, en este caso cuando ve venir al lobo, escapa, huye, porque no le importa el rebaño. Y en esto uno coincide, y creo que todos podemos observarlo en la experiencia de todos los días, un verdadero amigo o un verdadero pastor es el que permanece al lado de su rebaño a pesar de las dificultades.

Y en el seno de la familia, particularmente, esto se tiene que notar. A pesar de las dificultades que hay para llevar adelante la unidad familiar, todo padre, toda madre, tiene que tener como principio fundamental estar al pie de la cruz hasta el final. Y esto es muy importante. Y respecto de nuestros gobernantes y quienes cuidan de nuestro pueblo, es necesario recordar siempre que no están para servirse del pueblo, sino para servir al pueblo. Y esto es bueno particularmente en tiempos en donde avanza la idea de un individualismo muy marcado, en la convivencia social, en la convivencia política, y hay un grado de insensibilidad que hace que se establezca una brecha muy pronunciada entre aquellos que quieren asegurarse un sueldo cada vez mayor y aquellos que no llegan a fin de mes para comer. Esta diferencia es notoria y de alguna manera habla de cuáles son las condiciones en las cuales nosotros estamos desarrollando nuestra convivencia democrática. Vale la pena plantearnos en qué medida nos estamos cuidando entre nosotros y en qué medida estamos bajo la ley del sálvese quien puede y aprovechemos la oportunidad para garantizarnos una buena vida por el resto de nuestros días antes que seguir penando con trabajos menores.

Digo esto pensando en la lógica que puede llegar a ganar en el corazón de algunas personas. Los obispos hemos estado reunidos en Buenos Aires, en Pilar, y se ha querido sacar un texto que tiene que ver con la realidad política, la realidad de nuestro pueblo argentino. Y se titula, en tiempos difíciles, amar a los demás y alegrar sus vidas.

Buen Pastor 3

El mensaje comienza diciendo: Conferencia Episcopal Argentina 

Queridos hermanos y hermanas, 

En este tiempo de Pascua, nos llena el corazón de alegría este anuncio:  
“Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado”. (Mc 16, 6). 
Desde hace décadas vivimos tiempos difíciles en nuestra querida  
Argentina. Hay muchas situaciones que atentan contra la dignidad infinita de la  
persona humana, como, por ejemplo: avanza la pandemia silenciosa del  
narcotráfico, que utiliza a los pobres como material de descarte, que promueve  
el sicariato, que seduce con dinero manchado de sangre a miembros del ámbito  
político, de la justicia y del mundo empresarial; a muchos abuelos y abuelas se  
les presenta el drama de elegir entre comer o comprar los medicamentos porque  
la jubilación no alcanza; cierran comedores comunitarios por falta de asistencia  
y muchos vecinos se quedan sin la posibilidad de esa comida en el día; se ataca  
la vida inocente que no ha nacido, y, a la vez, la igualmente sagrada vida de  
millones de niños y niñas ya nacidos que se debaten entre la miseria y la  
marginación; asistimos a la discontinuidad de políticas públicas de integración  
de barrios populares, logradas con el consenso de gobiernos de distintos signos  
políticos y representantes legislativos; también familias despojadas de su tierra  
natal en beneficio de intereses económicos; hermanos que pierden su trabajo,  
que sienten que su vida está de sobra, y que no pueden poner el hombro en la  
construcción de la Patria. 
Son tiempos complejos, por momentos contradictorios, en los que  
conviven una esperanza y paciencia honda de nuestro pueblo, que habla de su  
grandeza de corazón, con una incertidumbre y una creciente vulnerabilidad de  
las personas.

San Alberto Hurtado decía que en tiempos difíciles no nos tenemos  
que cansar de amar a los demás y de alegrar sus vidas

Amar a los demás…un amor con gestos, porque nuestros gestos son el  
modo de demostrarle a nuestro pueblo que entendemos su dolor. Advertir sus  
heridas y vivirlas en proximidad y cercanía. Tomar partido por los más frágiles,  
defender su dignidad, implicarnos personalmente en sus gozos y esperanzas, en  
sus sufrimientos y problemas. 
Darnos la mano, no soltarnos, unirnos más que nunca, porque como  
decía el Papa Francisco en el mensaje para la Jornada Mundial de los pobres del  
2020: Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros  
existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se  
ven cada día! ¡Cuánto bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran generosidad,  
fruto de la bondad de los santos “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de  
nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios! 
Pero también, “tender la mano al pobre” (cfr. Si 7, 32) destaca, por contraste,  
la actitud de quienes tienen las manos en los bolsillos y no se dejan conmover  
por la pobreza, y los que tienen las manos manchadas por la complicidad.  
Retomando la frase de San Alberto Hurtado, también es hora de alegrar las  
vidas de tantos hermanos que la están pasando muy mal. 
La alegría cristiana no es euforia, no es éxito, no es placer, no es un  
optimismo ingenuo, ni estar siempre bien. La verdadera alegría tiene que ver  
con el sentido de la vida, con la experiencia de tener un horizonte.  
En el actual contexto económico y social argentino es fundamental  
sostenernos en esa alegría, una alegría profunda y duradera, la que nace del  
encuentro con el Señor. Es una alegría que nos libera de la desesperanza y del  
desaliento, evitando transformarnos en profetas de calamidades que sólo  
desparraman pánico y angustia.

Estamos convencidos que el amor con gestos concretos y la alegría son 
el anuncio más explícito del Evangelio en una sociedad que parece vivir en el  
constante enfrentamiento, donde priman el individualismo y una libertad sin  
amor. 
  
1 Cfr. HURTADO, San Alberto, en V CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE,  
Documento de Aparecida 386, Aparecida 2007

San Pablo nos exhorta: “Sean alegres en la esperanza” (Rom 12, 12) La  
alegría y la esperanza van inseparablemente unidas. Pidamos el don de la  
esperanza que nos sostiene en tiempos difíciles y a la vez nos anima hacia  
adelante sin bajar los brazos, tomados de la mano de los más vulnerables con  
los que vamos haciendo camino para, entre todos, construir la Patria de  
fraternidad que anhelamos y por la que tantos dieron su vida. 
Que la Virgen María, que sigue al pie de las cruces de tantos hermanos,  
nos conceda la fortaleza, la solidaridad, el compromiso y la alegría que  
necesitamos para seguir esperando contra toda esperanza. 


Pilar, 19 de abril de 2024 
Los obispos reunidos en la 124° Asamblea Plenaria

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