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“Cuando abandonamos a Dios, cuando nos alejamos de Él, empezamos a sentir inseguridad, a sentir que los problemas que nos tocan nos golpean más fuerte”

El Obispo José Antonio Díaz, nos advierte que necesitamos mirar con otros ojos, ser nuevas criaturas en Cristo, confiando en que Él puede ayudarnos si confiamos en Él.

RELIGION 23 de junio de 2024 Vientos Tucumanos Noticias Vientos Tucumanos Noticias
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Mons. Díaz nos invita a confiar en Dios en medio de las situaciones difíciles y a superar el miedo con fe en su poder.

La Homilía de este domingo del Obispo de la Diócesis de la Santísima Concepción, Mons. José Antonio Díaz:

La reflexión en torno a este Evangelio puede resumirse de muchas maneras, voy a simplemente hacer referencia a algunas personas que están en el relato que tienen que ver con lo que el apóstol quiere comunicar.

Marcos tiene un Evangelio muy simple y muy directo, y la primera persona que aparece en este relato es Jesús, y Jesús que interviene en distintos momentos. En primer lugar, invitando a los apóstoles a cruzar a la otra orilla, crucemos a la otra orilla, y la actitud de los apóstoles es inmediata, ellos dejando a la multitud que tenían en torno, reclamando, lo llevaron, así como estaba.

Quedémonos con este primer pensamiento, la invitación de Jesús es siempre a desinstalarnos, nosotros tendemos a instalarnos, Jesús nos invita siempre a desinstalarnos, crucemos a la otra orilla, y en esa invitación está un cambio de perspectiva, un abrir horizontes, un descubrir realidades nuevas para no anquilosarnos, para no envejecernos prematuramente, y para no aferrarnos a realidades que no nos llenan de vida, no nos colman, no nos planifican, y que son relativas, que pasan.

Asumir esta actitud a la que nos invita Jesús, porque en muchas oportunidades lo había hecho, estaba rodeado de gente, todo el mundo quería estar con Él y que Él los bendijera y curara sus enfermedades Y, sin embargo, Él les decía a los apóstoles vayamos a otro lado. Esto de peregrinar, esto de encaminar, esto de ser peregrinos, es una dimensión en la vida del cristiano que es muy importante, sobre todo por esto, desinstalarnos y por otro lado encaminarnos hacia horizontes nuevos. En segundo lugar, el imprevisto del vendaval. Ellos están encaminados hacia la otra orilla y aparece un vendaval muy fuerte, que en el mar de Galilea es común que así suceda, y ese vendaval representa situaciones personales, familiares, sociales, que pueden llegar a generar temor, el temor que tienen los apóstoles de ver que el agua ya estaba entrando en la barca y que ellos no sabían cómo resolverlo.

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Ellos eran pescadores, pero en la orilla, como muchos de nuestros pescadores, pero esto de manejar una barca no era su especialidad. La inestabilidad de las olas, que genera las olas, que son revueltas, violentas, hace que ellos tengan miedo. Esto nos hace acordar a otras escenas del Evangelio, en la oportunidad cuando Jesús fue caminando sobre las aguas y ellos estaban también con este problema del vendaval. Y Pedro le dice, Señor, si eres tú, mándame caminar sobre las aguas e ir a ti. Y él le dice, sí, vení. Y cuando iba caminando, cambió la mirada y en lugar de ponerla en Jesús, fijó su mirada más bien en el riesgo, en el peligro.

Y ahí tuvo miedo y empezó a hundirse. De esta manera uno puede también interpretar esto que les está pasando a los apóstoles, que es ese miedo que les causa el vendaval. Porque en lugar de mirar a Jesús, que está con ellos, por más que esté durmiendo, se fijan más bien en el riesgo, en el peligro, en el problema. Y creo que frente a cualquier situación difícil que nos toque vivir, como personas, como familia, como sociedad, necesitamos siempre mirar la salida más que el problema.

El problema es importante analizarlo, descubrir de dónde viene, cómo lo podemos resolver, pero siempre buscando la salida. Y acá el único que podía resolver esa situación estaba ahí con ellos. Y si cuando se acercan les reclaman, no te importa que nos hundamos, que nos ahoguemos, en el Evangelio de Mateo esto se dice en forma de oración, Señor, sálvanos porque nos estamos hundiendo. Es distinta la versión, la mirada de los dos evangelistas. Pero en este caso Marcos quiere ponerlo en forma de reproche, no te importa que nos estemos ahogando, que nos estemos por ahogar. Y esto de alguna manera expresa lo que normalmente pasa cuando nosotros estamos en situación difícil. En lugar de ponernos a rezar y a pedir, buscamos la manera de reprochar. Como pasa siempre, la culpa es de otro, a otro hay que echarle la culpa, que se haga cargo, etc.

Y normalmente a Dios le terminamos echando la culpa de las cosas que suceden, olvidándonos que nosotros también somos responsables de eso. Y que en relación a Dios necesitamos suplicar y pedir en este año de la oración, sobre todo necesitamos asumir esta actitud orante para con los problemas que nos tocan. Nuestra patria está pasando un momento muy difícil, ya lo sabemos todos, pero no rezamos por nuestra patria, más bien lo analizamos desde distintas ópticas, pero nos quedamos ahí tratando de que alguien tenga la culpa. Y cada uno de nosotros tiene que aportar a la solución del problema, pero también tiene que asociarse con Dios en este trabajo, ligarse con Él en el trabajo cotidiano para que Él nos sostenga y nos dé fuerzas. Jesús cuando se despierta, increpa al viento y dice al mar, silencio, cállate. El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.

Aquí aparece un contraste interesante con el profeta Elías que estando en una cueva, en la montaña, vio pasar la tempestad, el viento, el fuego y solo descubrió a Dios en una gran calma, una brisa suave. Y esa presencia de Dios hizo que Él se cubriera el rostro porque estaba delante de Dios, descubre la presencia de Dios. Cuando eso sucede, uno ya tiene resuelto el problema. No importa si es que se resolvieron los problemas ocasionados por el vendaval, lo que cuenta es que me di cuenta que Dios está. Y si Él está, ya no tenemos nada que temer. Es la experiencia que tiene un niño que cuando no ve el rostro de su madre por mucho tiempo, siente miedo, siente temor, siente inseguridad. Y nosotros cuando abandonamos a Dios, cuando nos alejamos de Él, de a poquito empezamos a sentir inseguridad, inestabilidad y empezamos a sentir que los problemas que nos tocan nos golpean más fuerte.

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Y nos golpean más fuerte porque en realidad no tenemos ese escudo propio de aquellos que están fortalecidos por la fe. La fe es una coraza que nos ayuda a sobrellevar estas situaciones difíciles que nos tocan vivir. Cuando nos despojamos de esa seguridad que Dios nos da, cuando nos alejamos de Dios, empezamos a sentir miedo, temor y empezamos como a hundirnos, a tener la sensación de que nos estamos hundiendo. Y por eso Jesús les reprocha a ellos. Así como los apóstoles le habían reprochado no te importa que nos ahoguemos, ahora el Señor es el que les dice ¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe? Y entonces dice el texto, quedaron atemorizados. Y vuelve a usar la palabra temor, miedo, pero ahora en un sentido distinto.

El primer temor tenía que ver con esto de sentir la inseguridad y sentir la amenaza del vendaval. Ahora tienen un temor reverencial, como diciendo ¿Frente a quién estamos? ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedece? Es el temor que genera el darme cuenta que estoy delante de alguien que tiene el poder de calmar la naturaleza y descubrir que esa fuerza está por encima de las fuerzas humanas. Es un temor distinto. Y es un descubrir quién es Dios y cuánto puede Él en medio de esas situaciones difíciles. En este domingo decimosegundo de tiempo litúrgico durante el año, procuremos empezar a mirar el poder de Dios con más confianza y a descubrir que Él puede si nosotros lo dejamos entrar, si confiamos en Él y si nuestra fe se hace más fuerte en confianza hacia Él. Para esto necesitamos mirar con otros ojos, ser nuevos, como dice el apóstol Pablo, nuevas criaturas que ya no conocen a los otros con criterios puramente humanos, sino que el que vive en Cristo es una nueva criatura, lo antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente. Que el Señor disipe todas nuestras dudas, nuestros temores, nuestros miedos, nos haga vivir en paz, porque eso también va a vencer las intolerancias, eso de tornarnos más impacientes cada día y cosas por el estilo se resuelven con la confianza que Dios está, y si Dios está nada podemos temer.

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